jueves, 17 de marzo de 2011

Anti Destino

Mueves un pie allá, el otro acá. Pasaste de una vereda a otra. El semáforo dio contigo de frente en amarillo y corriste sin esperar la verde. Escogiste un recorrido distinto para improvisar adelantar los minutos. Te sentaste al lado de él y no de ella, porque la puerta estaba cerca y el timbre también. Te equivocaste de paradero, corriste a una estación errada. Bajaste, diste vuelta el torniquete y chocaste junto con él, que estaba medio dormido. Empezaste a desarroparte y los bultos se hicieron incómodos mientras te aplastan ellas contra la puerta llena de humedades del carro que, podría haber sido blanco, pero era azul con blanco. Te subiste al carro más lento. Llegaste atrasada y comenzaste una carrera absurda contra decenas de personas que no estaban compitiendo contra ti por salir más rápido a la vereda. Cuando transpirada llegaste a enfrentarte a la avenida más cumún, esa persona ya no iba a encontrarse más en esa avenida más común. Cruzaste. Olvidaste las llaves, una chaqueta más liviana y las palabras que te acompañaban antes de mover un pié de acá para allá y de pasar de una vereda a otra. Podrías haber esperado la luz verde, pero te tocó la amarilla para sentarte al lado de él y no de ella, y algo claramente te robaste de él. Estar cerca del timbre te ayudó a arribar en otro paradero, que después de días entiendes, fue la mejor parada para no enfrentarte a la avenida más común con esa persona que ya era tiempo de que se fuera a otra esquina. No tienes cómo saber hoy si se cruzarán otras esquinas, pero ya sabes, que esa no era la esquina. Olvidaste las llaves y dormiste en casa de quien no deberías haber dormido, pero la mejor escusa fue olvidar las llaves. Amaneciste con frío. Maravillosa y estilosa chaqueta llevaste puesta el día después de. ¿Y si esa luz hubiese sido roja?, ¿verde?, y si te hubieses quedado en casa. ¿Cómo vivir mañana, si de ello depende lo que haremos claramente hoy? Fue cuando desperté y me di cuenta que el destino no se compra ni se premedita, sólo se construye. No puedes pensar en mañana porque ni si quiera sabes si vas a despertar. Tiene que ver con el valor de concientizar cada paso que das por acá o por allá, porque puede mover literalmente esa despertada del día siguiente. Una cosa es vivir el Carpe Diem, otra no concientizar el Carpe Diem. Somos lo que somos hoy y de ello depende si somos mejor mañana, aunque no sabemos si exista mañana, es mejor superarse que victimizarse sentado y dejando que pase todo al frente, ¿o no? Hay que cruzar la vereda, seguro de cruzar la vereda. El destino verá qué color de semáforo te pone.

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